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San Agustín

les mudos, aun de distinta especie, que no ellos, sin embargo de ser hombres. Porque cuando los hombres no pueden comunicar entre sí lo que sienten, sólo por la diversidad de las lenguas, no aprovecha para que se junte la semejanza que entre sí tienen tan grande de la naturaleza; de forma que con mayor complacencia estará un hombre asociado de su perro, que con un hombre extranjero. Pero dirán que por lo mismo la imperiosa ciudad de Roma, para la conservación de la paz política en las naciones conquistadas, no sólo les obligó á recibir el yugo, sino también su idioma, por lo cual no faltaron, sino sobraron intérpretes. Es verdad: mas esto, ¿con cuántas y cuán crueles guerras, y con cuánta mortandad de hombres, y con cuánto derramamiento de sangre humana se alcanzó? Y con todo, no por ello, habiendo acabado todo esto, acabó la miseria de tantos males; pues aunque no hayan faltado ni falten enemigos, como lo son las naciones extranjeras cun quienes se ha sostenido y sostiene continua guerra, sin embargo, la misma grandeza del imperio ha producido otra especie peor de guerras, y de peor condición, es á saber, las sociales y civiles, con las cuales se destruyen más infelizmente los hombres, ya sea cuando traen guepra por conseguir la paz, ya sea porque temen que vuelva á encenderse. Y si yo quisiese detenerme á decir, como lo merece el asunto (aunque sería inposible), tantos y tan varios estragos, tan duras é inhumanas necesidades de estos males, ¿cuándo habría de concluir con este nuestro discurso? Dirán que el sabio sólo hará la guerra justamente, como si por lo mismo no le hubiese de pesar más, si es que se acuerda de que es hombre, la necesidad de sostener las que sean justas; porque si no fueran justificadas, no las declararía, y, por consiguiente, ninguna guerra traería el sabio, y si la iniquidad de la parte contraria es la que da ocasión