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La ciudad de Dios

aventuranza, cuya bienaventuranza, porque no la ven estos filósofos, no la quieren creer y procuran fabricarse para sí una vanísima felicidad con una virtud tan arrogante y soberbia como falsa y mentirosa.



CAPÍTULO V

Cómo á la vida social y política, aunque es la que particular.


mente debe desearse, de ordinario la trastornan muchos tra bajos, encuentros é inconvenientes.

. Lo que dicen que la vida, del sabio es política y sociable, también nosotros lo aprobamos y confirmamos con más solidez que ellos, porque ¿de dónde diríamos que esta policía y Ciudad de Dios (sobre la cual tenemos ya entre manos el libro décimonono de esta obra) habría tomado su principio, ó cómo caminaría en sus progresos, ó llegaría á sus debidos fines si no fuese política la vida de los santos? Pero en las miserias de la vida mortal, ¿cuántos y cuán grandes males encierra en si la sociedad y política humana? ¿Quién bastará á contarlos? ¿Y quién podrá ponderarlos? Escuchen loque entre sus poetas cómicos dice un hombre con sentimiento y con dolor de todos los hombres: «Me casé.

¿Qué miseria hay que no hallase en este estado? Me nacieron hijos, y en ellos tuvieron origen otros nuevos cuidados que me aquejaban». Todos los inconvenientes que refiere el mismo Terencio que se hallan en el amor, «los agravíos, sospechas, enemistades, guerras y luego paz»», no han llenado del todo y por todos sus extremos, la vida humana? ¿Acaso estas desventuras no suceden y se hallan ordinariamente en las amistades lícitas y honestas de los amigos? ¿Por ventura no