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San Agustín

CAPÍTULO IV

De los tiempos de Jacob y de su hijo José.


Reinando en Asiria Baleo, su rey décimo, y en Sicionia Mesapo, rey nono, á quien algunos llamaban también Fefisos, si es que un hombre solo tuvo dos nom bres (siendo más verosímil que tomaron un hombre por otro los que en sus escritos pusieron otro nombre), y reinando Apis, tercer rey de los Argivos, murió Isaac de ciento y ochenta años, y dejó sus dos gemelos de ciento y veinte, y el menor de ellos, que era Jacob, pertenecía á la Ciudad de Dios, de la que vamos escribiendo, habiendo Dios reprobado al mayor. Tenía doce hijos, entre los cuales, el que se llamó José le vendieron sus hermanos á unos mercaderes que pasaban á Egipto, viviendo aún su abuelo Isaac. Llegó José á la presencia de Faraón, y de los trabajos que sufrió, y del estado humilde en que se vió, fué ensalzado á otro más eminente y distinguido siendo de edad de treinta años, porque in terpretó, auxiliado del divino espíritu, los sueños del rey, y dijo que habían de venir siete años abundantes, cuya abundancia, por excesiva que fuese, la habían de consumir otros siete años estériles que se seguirían. Le nombró el rey gobernador de todo Egipto, librándole de las duras penalidades de la cárcel, donde le había llevado la integridad de su castidad, conservada con heroico valor at no consentir en el adulterio con su ama, que estaba torpemente enamorada de él, y le amenazaba que, no condescendiendo á su voluntad, diría á su amo que la había intentado forzar. Por huir de tan próxima ocasión y tan perjudicial, dejó en sus manos la capa, de que le tenía asido. El segundo año de los siete