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San Agustín

fortaleza? En efecto cedió, en efecto se rindió, en efecto fué tan vencida, que dejó, desamparó y huyó de la vida bienaventurada. Y si dijeren que no era ya bienaventurada, confesarán que era miserable. ¿Cómo, pues, no eran males los que hacían la vida tan miserable y digna de huir ella? Los que confiesan que son males, como lo confesan los Peripatéticos y los antiguos Académicos, cuya secta de fiende Varrón, aunque hablan con más acierto, es tambien maravilloso su error, pues en estos males, aunque sean tan graves que hayan de librarse de ellos con la muerte, dándosela á sí mismo el que los padece, pretenden que goza la vida bienaventurada. Males son, dice, los tormentos y dolores del cuerpo, tanto peores cuanto sean mayores, y para que te libres y carezcas de ellos, es necesario que huyas de esta vida.

¿De que vida?, pregunto. De esta (dice) que es afligida con tantos males. ¿Será acaso bienaventurada con estos mismos males, de los cuales dices que se debe huir, ó la llamas bienaventurada porque te puedes librar de estos males con la muerte? ¿Qué sería, pues, si por algún oculto juicio de Dios te hiciesen detener en ellos, no te permitiesen morir, nunca te dejasen sin ellos, ni escapar con la muerte? Entonces á lo menos confesarías que era miserable la tal vida: luego no deja de ser miserable porque presto se deja, pues cuando fuera sempiterna, también la juzgas y tienes por miserable.

Así que, no porque es breve nos debe parecer que no es miseria, ó lo que es más absurdo, porque es miseria breve, por eso también se puede llamar bienaventuranza. Grande es la fuerza de aquellos males que impelen al hombre, según ellos, basta al más sabio, á quitarse á sí mismo la prenda que le hace hombre, confesando ellos, y diciendo con verdad, que lo primero y más fuerte que nos exige la naturaleza, es que el hombre se ame á sí mismo, y, por tanto, huya naturalmente de