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La ciudad de Dios

$29 tarse con todas y gozar de todas más ó menos, según que cada cosa entre sí es mayor ó menor, pero gustando de todas y despreciando algunas menores cuando la necesidad lo pide, por alcanzar y gozar de las mayores.

La virtud de ningún modo antepone á sí ninguno de los bienes, ya sean del alma ó del cuerpo, porque usa bien, así de sí misma como de todos los demás bienes que hacen al hombre bienaventurado, y donde ella no está, por muchos bienes que haya, no son bienes, ni se deben llamar bienes de aquel á quien, por usar mal de ellos, no pueden ser de utilidad. Así que, la vida del hombre, que participa de la virtud y de los otros bie: nes del alma y del cuerpo, sin los cuales no puede consistir la virtud, se dice bienaventurada. Y si goza también de otros, sin los cuales puede estar la virtud, pocos ó muchos, será más bienaventurada; y si de todos, de forma que no le falte bien alguno, ni del alma ni del cuerpo, será felicísima, porque no es la vida lo que constituye virtud, en atención á que no toda vida, sino la vida sabia, es virtud. Cualquiera vida puede estar sin virtud alguna, pero la virtud no puede estar sin alguna vida. Esto mismo puede decirse de la memoria y de la razón, y de otras cosas semejantes que haya en el hombre, porque estas cosas las tiene también antes de la doctrina, y sin ellas no puede haber doctrina alguna, ni por consiguiente virtud, porque ésta se aprende y adquiere. El correr con ligereza, tener cuerpo hermo80, extraordinarias fuerzas y otras cualidades semejantes, son cosas que, pudiendo la virtud hallarse sin ellas, y ellas sin la virtud, constituyen bienes; pero la virtud también ama estas prendas por respeto á sí misma, y usa y goza de ellas virtuosamente. Esta vida bienaventurada, dicen asimismo, ser la social o política, supuesto que estima los bienes de los amigos como los suyos, y les desea á los amigos lo que á sí mismo,

Tomo IV.
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