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San Agustín

á veces se aventajan y á veces se juntan, y de este modo se llega á completar el número de doce sectas. Este número viene á doblarse también poniéndole una diferencia, es á saber, el vivir en sociedad, porque cualquiera que sigue alguna de estas doce sectas, sin duda que lo hace, ó por sí sólo, ó también por amor á su socio, á quien debe desear lo que apetece para sí; por lo cual serán doce los que opinan que se debe poseer cada una solo por amor de si propio, y otras doce las de aquellos que no sólo por amor de sí creeen que debe filosofarse de esta ó de otra manera, sino también por amor de los otros, cuyo bien apetecen como el suyo.

Estas veinte y cuatro sectas se doblan añadiéndoles otra diferencia de los nuevos Académicos, con lo cual vienen á ser cuarenta y ocho. Porque cualquiera de las veinte y cuatro sectas puede uno tenerla y defenderla como cierta (cual defendieron los Estoicos que el bien del hombre con que era bienaventurado consistía principalmente en la virtud del ánimo) y otro, como incierta, como lo defendieron los nuevos Académicos, quienes no teniendolo por cierto, sin embargo, les pareció verosímil. Resultan, pues, cuarenta y ocho sectas, veinte y cuatro por los que imaginan que deben seguirse como ciertas, y otras veinte y cuatro por los que piensan que se deben adoptar por la verosimilitud.

Además, cualquiera de estas cuarenta y ocho sectas puede uno seguirlas con el hábito y traje de los demás filósofos, y otro con el hábito de los Cínicos, y por esta diferencia se duplican y componen noventa y seis. También porque cada una de estas sectas las pueden defender y seguir los hombres, de modo que prefieran la vida ociosa, como los que quisieron y pudieron entregarse á los estudios de las letras, ó la vida de negocios, como los que, aunque filosofaban, vivieron muy ocupados en la administración de la República y en la direc-