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San Agustín

nece y acaba de forma, que desaparezca, sino con que se perfeciona, de manera que esté completo, y el fin del mal, no aquel con que deja de ser, sino aquel hasta donde llega causándonos daño. Son, pues, los fines el sumo bien y el sumo mal. Para hallar éstos y para conseguir en esta vida el sumo bien y huir del sumo mal, trabajaron infinito, como insinué, los que, en la vanidad lisonjera del siglo, profesaron el estudio de la sabiduría, á los cuales, sin embargo, aunque errados por diferentesmotivos, no permitió la verdadera senda y luz de la naturaleza que se desviasen tanto del camino de la verdad, que no pusiesen los fines de los bienes y de los males, unos en el alma, otros en el cuerpo, y otros en el alma y en el cuerpo. Y de ésta, que es como una división capital de tres sectas generales, Marco Varrón en el libro de la filosofía, habiéndola examinado con exactitud y agudeza, descubrió tanta variedad de opiniones, que sin dificultad alguna de solas tres llegó á subir al número de doscientas ochenta y ocho sectas, no que efectivamente las hubiese ya, sino que las pudiera haber, estableciendo ciertas diferencias. Y para manifestar este punto con la posible brevedad, conviene dar principio por lo mismo que advierte y pone en el libro citado, diciendo: que son cuatro las cosas que naturalmente apetecen los hombres, sin que para ello sea necesario el auxilio de maestro, ni favor de doctrina alguna, ni industria ó arte de vivir, que se llama virtud, y que sin duda se aprende; el deleite con que se mueve gustosamente el sentido sensual del cuerpo; la quietud con que uno está libre, sin padecer molestia alguna del cuerpo; la una y la otra, á lo cual Epicuro llama y comprende bajo el sólo nombre de deleite; los principios de la naturaleza, donde se hallan también estas mismas cualidades y otras, en el cuerpo, como la integridad de los miembros, salud y perfecta disposición corporal, y