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San Agustín

estaban con él, sino que se lo preguntaron, diciendo: Domine, si hoc in tempore representabis Regnum Israel? Al ille, non est, inquit, vestrum nosse tempora, que Pater in sua posuit potestate, «Señor, jacaso en este tiempo ha.béis de restituir el reino de Israel? Y Cristo les respondió: No es para vosotros el saber los tiempos que el Padre puso en su potestad». Porque, en efecto, no le preguntaron sus discípulos la hora, ó el día ó el año, sino el tiempo, cuando el Señor les respondió en tales términos; así que en vano procuramos contar y definir los años que restan de este siglo, oyendo de la boca de la misma verdad que el saber esto no es para nosotros.

Con todo, dicen algunos que podrían ser cuatrocientos años, otros quinientos, y otros mil, contando desde la ascensión del Señor hasta su última y final venida, y el intentar manifestar en este lugar el modo con que cada uno funda su opinión, sería asunto largo y no necesario, porque sólo usan de conjeturas humanas, sin traer ni alegar cosa cierta de la autoridad de la Escritura canónica. El que dijo: no es para vosotros el saber los tiempos que el Padre puso en su potestad, sin duda confundió los guarismos y puso entredicho á todos los que pretenden sacar esta cuenta. No debe maravillarnos que esta sentencia evangélica no haya refrenado á los que adoran la muchedumbre de los dioses falsos, para que dejasen de fingir, diciendo que por los oráculos y respuestas de los demonios, á quienes adoran como á dioses, está definido el tiempo que ha de durar la religión cristiana. Porque como veían que no habían sido bastantes á acabarla y consumirla tantas y tan terribles persecuciones, antes sí con ellas se había propagado extraordinariamente, inventaron ciertos versos griegos, suponiéndolos dados por un oráculo á un sujeto que le consultaba, en los cuales, aunque se absuelve á Cristo como inocente de este sacrilego crimen, di-