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La ciudad de Dios

Santo: de forma, que los pueblos de la gentilidad, creyendo en aquel que por su redención quiso morir crucificado con amor y caridad cristiana, reverenciaban la sangre de los mártires, que ellos mismos con furor diabolico habían perseguido y derramado. Y los mismos reyes, con cuyas leyes y decretos procuraban destruir la Iglesia, saludable y gustosamente se sujetaban á aquel nombre, que con tanta crueldad procuraron desterrar de la tierra y comenzaban á perseguir á los falsos dioses, por quienes antes habían perseguido á los que adoraban al Dios verdadero.



CAPÍTULO LI

Cómo por las disensiones de los herejes se confirma también y corrobora la fe católica.


Pero observando el demonio que los hombres desamparaban los templos de los demonios y que acudían al nombre de su mediador, libertador y redentor, conmovió á los herejes para que, bajo el pretexto del nombre cristiano, se opusiesen y resistiesen á la doctrina cristiana, como si indiferentemente, sin corrección alguna, pudieran caber en la Ciudad de Dios, como en la Ciudad de la confusión cupieron indiferentemente filósofos que opinaban entre sí diversa y opuestamente.

Los que en la Iglesia de Cristo están imbuídos en algún contagioso error, y habiéndoles corregido y advertido que sepan lo que es sano y recto, sin embargo, resisten vigorosamente y no quieren enmendar sus pestilentes y mortíferas opiniones y sectas, sino que obstinadamente las defienden, éstos se hacen herejes, y saliendo del gremio de la iglesia son tenidos en número de los