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San Agustín

CAPÍTULO XLXIX

Cómo la Iglesia se va multiplicando incierta y confusamente, mezclándose en ella en este siglo muchos réprobos con los escogidos.


En este perverso siglo, en estos días funestos y malos (en que la Iglesia, por la humillación que ahora sufre, va adquiriendo la altura majestuosa donde después ha de verse, y con los estímulos de tormentos y de dolores, con las molestias de los trabajos y con los peligros de las tentaciones se va ensayando é instruyendo y vive contenta con sola la esperanza, cuando verdadera y no vanamente se contenta), muchos réprobos y malos se van mez clando con los buenos, y los unos y los otros se van recogiendo como á una red evangélica (1), y todos dentro de ella en este mundo, como en un mar dilatado, sin diferencia, van nadando hasta llegar a la ribera, donde á los malos los separen de los buenos, y en los buenos, como en templo suyo, sea Dios el todo en todo (2). Vemos por ahora cómo se cumple la voz de aquel que hablaba en el Salmo (3): «les anuncié el Evangelio, les hablé y se han multiplicado, de suerte que no tienen número». Esto va efectuándose en la actualidad, después que primero por boca de Juan, su precursor, y posteriormente por sí propio les predicó y habló, diciendo (4): «Haced peni—tencia, porque se ha acercado el reino de los Cielos».

Escogió discípulos (5), á los cuales llamó también (1) San Mateo, cap. XIII.

(2) San Pablo, I, ep. á los Corintios, cap. XV.

(3) Salme (4) San Mateo, cap. III.

(5) San Mateo, cap. X.