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La ciudad de Dios

en cierto modo todas las cosas que significan otras parece que las representan, como dijo el Apóstol (1): «la piedra era Cristo», porque aquella piedra sin duda significaba á Cristo. Mayor es la gloria de la casa de este Nuevo Testamento, que la de la casa primera del Viejo Testamento. Y se advertirá que es mayor cuando se hiciere dedicatoria, mediante á que en aquella época (2) «vendrá el deseado de todas las gentes», como se lee en el texto hebreo; porque su primera venida no era deseada por todas las naciones, que ignoraban á quién debían desear, y por tanto, no habían aun creído en él.

Entonces también, según los Setenta intérpretes, por cuanto este sentido es asimismo profético (3), «vendrán los que ha escogido el Señor de entre todas las gentes», mediante á que entonces no vendrán verdaderamente sino los escogidos, de quien dice el Apóstol (4): «que no escogió el Padre Eterno en su hijo Jesucristo antes de la creación del mundo», porque el mismo artífice que dijo (5): «muchos son los llamados, pero pocos los escogidos», no lo dijo por los que, llamados, vinieron de forma que después los echaron del convite, sino por los escogidos, de quienes mostrará edificada una casa que después no ha de temer jamás ser destruída. Pero ahora, como también llenan las Iglesias los que del aire apartará el aventador, no parece tan grande la gloria de esta casa, como se representará cuando quien estuviere en ella esté de asiento para siempre.

(1) San Pablo, I ep. á los Corintios, cap. X.

(2) Id., lug. cit.

(3) Ageo, cap. II.

(4) San Pablo, ep. á los Ephesios, cap. I, v. 4.

(5) San Mateo, cap. XXII.