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San Agustín

CAPÍTULO XLVII

Si antes que Cristo viniese hubo algunos, á excepción de la nación israelita, que perteneciesen á la comunión de la Ciudad del cielo.


Cuando se lee que algún extranjero, esto es, que no fuese de Israel ni estuviese admítido por aquel pueblo en el Cánon de las Sagradas Escrituras, vaticinó alguna cosa de Cristo, y ha llegado á nuestra noticia ó llegare, lo podremos referir y contar por colmo y redundancia, no porque tengamos necesidad de él, aun cuando jamás existiera, sino porque muy al caso se cree que hubo también entre las demás naciones personas á quienes se le reveló este misterio y que fueron compelidas igualmente a anunciarle y hacerle visible, ya fuesen partícipes de la misma gracia, ya estuvieşen ajenos de ella, pero tuvo noticia de ello por medio de los demonios, los cuales sabemos que confesaron también á Cristo presente, á quien los judíos no quisieron recono cer. Ni creo que los mismos judíos se atrevieran á sustentar que alguno perteneció á Dios, á excepción de los israelitas, después que Israel comenzó á ser la propagación progresiva, habiendo reprobado Dios á su hermano mayor, porque en realidad de verdad, pueblo que se llamase designadamente pueblo de Dios, no le hubo sino el de los israelitas. Sin embargo, no pueden negar bubiera entre las otras naciones algunos hombres que pertenecían á los verdaderos israelitas, ciudadanos de la patria soberana, no por la sociedad y comunión terrena, sino por la celestial, porque si lo negaran fácilmente los convencerán con Job,.varón santo y admirable, que ni fué indígena ó natural ni prosélito ó extranjero, adoptado en el pueblo de Israel, sino que siendo