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La ciudad de Dios

nas, sino celestiales, y, como si le preguntaran la causa por qué sucedió esto, dice: «la estéril parió siste, y la que tenía mucha sucesión se esterilizó». Aquí se descubre todo lo que se profetizaba á los que tienen noticia del número septenario, con que se nos significó la perfección y unión de la Iglesia universal: y por esto el apóstol San Juan (1) escribió á siete Iglesias, manifestando en ello que escribía á la plenitud de una, esto es, á la Iglesia universal, y antes de esto, Salomón, figurando lo mismo en los proverbios (2): «la sabiduría, dice, edificó una casa para sí, y la apoyó sobre siete columnas». En todas las gentes era estéril la Ciudad de Dios antes que saliese á luz este parto, con que la vemos ya en el estado de fecundidad. Vemos también á la que tenía muchos hijos, á la terrena Jerusalén, ya extenuada y estéril, porque todos los que había en ella, hijos de la libre, eran su fortaleza y virtud; pero ahora, como es letra y no es espíritu, perdida la virtud, ha decaído y enflaquecido.

El Señor es el que mortifica y viviflca: mortificó á la que tenía muchos hijos, y vivificó á la estéril, que parió siete. Aunque más cómodamente puede entenderse que vivifica a los mismos que había mortificado, porque parece que repitiendo tales expresiones, añade: «condúcelos á los infiernos, y vuélvelos á sacar de allí»: pues á los que dice el Apóstol (3): «si habeis muerto con Cris to, agenciad y buscad las cosas del cielo, donde Cristo está sentado á la diestra de Dios Padre»: sin duda que saludablemente los mortifica el Señor, á quienes (1) Apocal., cap. I.

(2) Proverb., cap. IX. Sapientia aedificavit sibi domum, et suffulsit columnas septem.

(3) San Pablo, ep. á los Colosens., cap. II. Si mortui estis cum Crisso, que sursum sunt, quærite, ubi Christus est in destera Dei sedens.