Página:La ciudad de Dios - Tomo II.pdf/88

Esta página no ha sido corregida
86
San Agustín

por consiguiente, que de una de estas partes integrales ó de ambas, podía procederles el bien, digo el bien final, con que fuesen verdaderamente felices, á donde enderezasen y refiriesen todas sus acciones morales, y después de haberle conseguido no vagueasen en buscar objeto alguno á qué referirlo: por cuya causa los que se dice que añadieron el tercer género de bienes, que llaman bienes extrínsecos, como es el honor, la gloria, el dinero y otras cosas semejantes, no le aumentaron como si fuesen bien final, esto es, digno de quererse y apetecerse por sí mismo, sino por otro bien, por el cual este género de bien era bueno para los buenos, y malo para los malos: y así los que pusieron el bien del hombre, ó en el alma ó en el cuerpo, o en lo uno y en lo otro, no sintieron otra cosa sino que se debía colocar en el hombre; mas los que le designaron en el cuerpo, le colocaron en la parte más soez del hombre; y los que en el alma, en la parte más noble; y los que en lo uno y en lo otro, en todo el hombre, en cualquiera parte que sea ó en todo el hombre, ello no es sino el hombre; y no porque haya estas tres diferencias instituyeron por eso solas tres parcialidades y sectas de filósofos, sino muchas; pues entre ellos se conocieron muchas y diversas opiniones sobre el bien del cuerpo, el bien del alma, y el bien de ambos juntos. Cedan, pues, todos estos á aquellos filósofos que dijeron que era bienaventurado el hombre, no el que gozaba del cuerpo, ni el que gozaba del alma, sino el que gozaba de Dios, no como goza el alma del cuerpo, ó de sí misma, ó como el amigo del amigo, sino como el ojo de la luz; si se hubieren de alegar algunas razones de éstos para demostrar qué sean ó qué tal sean estas semejanzas, con el favor del mismo Dios, to declararemos en otro lugar lo mejor que nos fuese posible.