las cosas; porque le pareció que no nacían, ó se producían, como defendía Thales, del agua, sino que cada cosa debía su origen á sus peculiares principios: los cuales sostuvo que eran infinitos y que engendraban in—finitos mundos y todo cuanto en ellos nacía, y que estos mundos unas veces se disolvían y otras renacían tanto cuanto cada uno pudo durar en su tiempo, sin atribuir tampoco en estas obras del universo algún poder ó influencia á la mente divina. Este subrogó & Anaximenes por su discípulo y sucesor, quien atribuyó todas las causas naturales al aire infinito, no negó los dioses ó los pasó en silencio, mas no creyó que ellos hubiesen criado el aire, sino que nacieron del aire. Anaxágoras, discípulo de éste; fué de dictamen que la mente divina era la que hacía todas las cosas que vemos, y dijo que todas las cosas, según sus tamaños y especies propias, se hacían de la materia infinita que consta de partes semejantes ú homogéneas, pero todas por mano de la mente divina. Asimismo Diógenes, otro discípulo de Anaxímenes, enseñó que el aire era la materia de todas las cosas, de la cual se hacían y formaban todas, pero que al mismo paso participaba de la mente divina, sin la cual nada se podía hacer de él. Sucedió á Anaxágoras au discipulo Archelao, quien igualmente opinó que de tal modo constaban todas las cosas de aquellas partículas entre sí semejantes ú homogéneas de que se formaban, que aseguraba tenían también mente, la cual, uniendo ó disolviendo los cuerpos eternos, esto es, aquellas partículas, hacía todas las cosas. Discípulo de éste dicen que fué Sócrates, maestro de Platón, por quien hemos referido brevemente todo lo dicho.
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San Agustín