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LIBRO OCTAVO


CAPÍTULO I

Sobre la cuestión de la teologia natural, y que ésta se ha de averiguar con los filósofos más excelentes y sabios.


Ahora es preciso procedamos con más circunspección y escrupulosidad que en la resolución y explicación de las cuestiones tratadas en los libros anteriores; mediante á que hemos de hablar de la teologia, natural, no con cualquiera especie de personas (porque no es fabulosa ó civil, esto es, teátrica ó urbana, que la una blasona las culpas de los dioses y la otra descubre sus apetitos más obscenos y criminosos, y, por consiguiente, deseos de espíritus malignos antes que de dioses), sino con los más señalados y aplaudidos filósofos, cuyo nombre, si le interpretásemos en idioma castellano, indica evidentemente ser amantes de la sabiduría, y si la verdadera sabiduría es Dios, que crió todas las cosas conforme á lo que enseñó la autoridad divina y la mísma verdad, el verdadero filósofo es el que ama á Dios; pero por cuanto el objeto cuyo es este nombre no se halla en todos los que se aprecian de este glorioso dictado (porque no son ciertamente amadores de la verdadera sabiduría todos los que se llaman filósofos), necesitamos escoger entre todos aquellos de cuyas opiniones hemos podido tener noticia por la lectura de los libroa, con quienes muy al caso podamos tratar esta ma-