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San Agustín

se) le fué preciso usar de la hidromancia para poder ver en el agua las imágenes de los dioses, ó, por mejor decir, los engaños y embelecos de los demonios, y así le instruyesen en lo que debía ordenar y observar acerca de la religión. «Este modo de adivinar, dice el mismo Varrón, que vino de Persia, del cual usó Numa, y después el filósofo Pitágoras, donde no sin intervención de sangre dice que se hacen sus interrogaciones y preguntas á las sombras infernales, y añade que en griego se llama Necromancia»: la cual, ya se llame hidromancia ó necromancia, es lo mismo que á donde aparecen, ó parece que adivinan los muertos, y con qué arte se ejecute, examínenlo ellos: porque no intento indicar que estas artes, aun antes de la venida de nuestro Salvador, entre los mismos gentiles se solían prohibir con leyes rigurosas, y castigarlas con severísimas penas. No quiero, digo, indicarlo, porque acaso entonces se permitían y eran lícitas semejantes especulaciones; pero es induvitable que con estas artes aprendió Pompilio aquellos sacramentos de la religión cuyo ejercicio divulgó y cuyas causas enterró; por eso se receló él mismo de lo que aprendió, y el Senado. quemó los libros en que se contenían estas inepcias: en esta inteligencia, ¿para qué Varrón me quiere alegar no sé qué otras causas al parecer físicas de aquellos sacramentos, que si los insinuados libros se hallaran, sin duda no los quemaran; ni acaso estos que escribió y dedicó Varrón al pontífice Cayo César y dió á luz, tampoco los quemaran los padres conscriptos si realmente las contuvieran? Así que, por haber descubierto Numa Pompilio el agua con que hacía la hidromancia, por eso dice que tuvo por mujer á la ninfa Egeria, como se declara en el libro de Varrón arriba citado: y de este modo la verdad de las CoBas, mezclándola con mentiras, se suele convertir en fábulas. En aquella hidromancia, aquel curiosísimo rey