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La ciudad de Dios

cuales, dicen, se hallan diferentes virtudes que pertenecen á un dios ó á una diosa, y no muchos sobrenombres que constituyan asimismo muchos dioses? Pero verdaderamente que así como algunas veces aun á las más viles y prostituídas mujercillas les peaa, se cansan y avergüenzan de la canalla que con sus deshonestidades han traído tras sí, de la misma manera el alma que he dado en ser obscena y se ha sometido al apetito de los espíritus inmundos, cuanto más al principio gustó de la sensualidad, tanto más en repetidas ocasiones se arrepintió de haber multiplicado dioses para rendírseles y ser profanada de ellos; porque hasta el mismo Varrón, corrido y avergonzado de la multitud de los dioses, quiere que la tierra ó Tellus no sea más que una diosa. «A la misma, dice, llaman la gran Madre, asegurando que el tener el tamboril significa que ella es el orbe de la tierra; y las torres en la cabeza, que tiene villas y lugares; que el fingir alrededor de ella asientos, ea porque moviéndose todas las causas, ella permanece inmóvil; que el haber dispuesto sirviesen á esta diosa los galos, significa que los que carecen de simiente es menester sigan la tierra, porque en ella se hallan todas las cosas; el andar saltando y brincando junto á ella, es una advertencia, dice, á los que labran la tierra para que no se sienten, porque siempre hay que hacer en su cultura; el sonido de los tamboriles y el ruido que se hace sacudiendo la herramienta y las manos y otras cosas de este jaez, significa lo que pasa en la labranza del campo. Es de cobre, porque los antiguos, antes que descubriesen el hierro, la labraban con cobre. Acompáñanla, dice, con un león suelto y manso, para demostrar que no hay pedazo de tierra tan áspero y silvestre que no convenga ararlo y cultivarlo. Después, añade y dice que el haber llamado á la madre Tellus con muchos nombres y sobrenombres, ha dado ocasión de