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La ciudad de Dios

civil, aquí le tengo todavía, mientras discurro un rato acerca de ella; aun no me introduzco á disputar en si la tierra y las piedras son semejantes á nuestros huesos y uñas, ni tampoco en si así como carecen de sentido carecen también de inteligencia, ó en si dicen que nues tros huesos y uñas tienen inteligencia porque están en el hombre que tiene inteligencia: sin duda tan necio es el que dice que estos son dioses en el mundo, como los el que asegura que en nosotros los huesos y las uñas son hombres: pero esta controversia acaso es asunto cuya investigación pertenece á los filósofos: por ahora todavía quiero sostener la cuestión con este político, esto es, civil; porque puede ser que aun cuando parece quiso levantar un poco la cabeza, acogiéndose á la libertad de la Teología natural, con todo, andando aun vacilante en este libro, y pensando andaba en aquél, desde éste también fijase la vista en ella, y que esto lo dijo porque no se entienda y crea que sua antepasados ú otras ciudades adoraron vanamente á la Tierra y á Neptuno. Mas lo que ahora pregunto es: ¿cómo la parte del alma del mundo que se difunde y comunica por la tierra, siendo, como es, una la tierra, no hizo igualmente una diosa, la que en su sentir es la Tellus?

Y si lo hizo así, ¿dónde estará el Orco, hermano de Júpiter, y Neptuno, á quien llaman el padre Ditis?

¿Adónde Proserpina, su mujer, que según otra opinión que se hallaba transcripta en los mismos libros, dicen que es, no la fecundidad de la tierra, sino su parte inferior? Si dicen que la parte del alma del mundo, cuando se difunde y comunica por la parte superior de la tierra, hace dios al padre Ditis: y cuando por la inferior hace diosa á Proserpina, la Tellus, ¿qué será? Porque el todo, que era ella, está didivido de tal manera en estas dos partes y dioses, que no puede hallarse quién sea esta tercera, y donde esté, á no ser que diga alguno