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La ciudad de Dios

CAPÍTULO XVII

Que el mismo Varrón tuvo por dudosas sus opiniones acerca de los dioses.


F Y así como todo lo que he puesto por ejemplo no explica, antes sí implica, así es todo lo demás; pues conforme los lleva y arroja el ímpetu de su opinión errónea, así se abalanzan á ésto y dejan aquéllo, tanto, que el mismo Varrón primero quiso dudar de todo, que afirmar cosa alguna; porque habiendo concluído el primer libro de los tres últimos que hablan de los dioses ciertos, empezando á tratar de los dioses inciertos, dice: «No porque en este libro tenga por dudosas las opiniones que hay acerca de los dioses debo ser reprendido, porque al que le pareciere que conviene y puede resolverse, lo podrá hacer cuando las hubiere leído: yo, respecto de mí, más fácilmente me persuadiré á que lo que dije en el primer libro lo tenga por dudoso, que no que lo que hubiere de escribir en éste lo resuelva todo como cierto é indubitable». Y así hizo incierto no sólo este libro de los dioses inciertos, sino igualmente aquel de los ciertos: y en este tercero, relativo á los dioses escogidos, después que hizo su preámbulo, tomando para ello lo que le pareció de la teología natural, habiendo de comenzar á tratar de las vanidades y desarregladas ficciones de la teología civil, á cuyo examen imparcial no sólo no le dirigia ni encaminaba la verdad sencilla, sino que también le hacía grande fuerza y violencia la autoridad de sus antepasados: «De los dioses públicos, dice, del pueblo romano, escribiré en este libro, á quienes dedicaron templos y los hicieron notorios, adornándolos con muchas estatuas; mas, como escribe Xenofanes Colofonio, pondré lo que imagino y no