aquellos animalejos cuys abundancia sirvió de azote para castigar la soberbia de los egipcios; pero siguiendo este mismo modo de opinar, también pondrán tacha en el sol, porque & ciertos delincuentes ó deudores los condenan los jueces á que los pongan al sol. Así que, considerada la naturaleza en sí misma; y no conforme á la comodidad ó incomodidad que nos resulta de sus influencias, da gloria á su artífice; y en esta conformidad la naturaleza del fuego eterno es también seguramente loable, aunque haya de ser penosa é insufrible á los impios condenados; porque ¿qué objeto hay más hermoso y apacible á la vista que el fuego ardoroso, vivo y resplandeciente? ¿Qué más útil cuando calienta, nos cura y pone en sazón lo que necesitamos para nuestro substento? Aunque no haya otro más insufrible que este astro cuando nos quema; y por eso el mismo aplicado para un efecto contrario es pernicioso, y aplicado convenientemente y en debido tiempo vemos que es muy provechoso; porque ¿quién sería suficiente á de clarar con palabras, por insinuantes que sean, las utilidades que tiene y causa en el universo? Ni deben ser oídos los que en el fuego alaban la luz y reprenden el ardor, porque, en efecto, le estiman según que les está bien ó mal, mediante á que quieren ver y no arder; y no consideren que la misma luz que les agrada suele serles dañosa por la desconveniencia ó perjuicio que les resulta á los que tienen los ojos llorosos y tiernos, y que en el mismo ardor que les desagrada acostumbran por su propia utilidad á vivir cómodamente algunos animales.
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La ciudad de Dios