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San Agustín

tad de su Criador, para que, péreciendo unas y sucediendo otras, cumplan en su clase la inferior hermosura corporal concerniente á las partes de este mundo; por cuanto no habían de igualarse á las cosas celestiales las terrenas, ó también porque por lo mismo debie—ron éstas faltar en el universo, por cuanto las otras son mejores. Cuando en estos lugares, donde convenía que hubiese tales entes, nacen unos faltando otros, rindiéndose las menores á las mayores, y convirtiéndose las vencidas en las cualidades de las que vencen, este es el orden que se observa en las cosas mudables y transitorias. El decoro y hermoso ornato de este admirable orden por eso nos deleita y satisface, porque estando nosotros incluídos y arrinconados en una parte de ella, según la condición de nuestra humana naturaleza, no podemos descubrir y observar ocularmente el universo, al cual con grande gracia y conveniencia cuadran las pequeñas partes que nos ofenden. Y así á nosotros, en los puntos que somos menos idóneos para contemplar y descubrir la alta providencia del Criador, con justa causa se nos prescribe que la creamos, á efecto de que no nos atrevamos, alucinados con la vanidad de la humana temeridad, á reprender y motejar en lo más mínimo las obras del Artífice supremo, no obstante que si prudentemente consideramos los vicios de las cosas terrenas, que no son voluntarios ni penales, por la misma razón nos recomiendan á las mismas naturalezas, pues no hay una sola entre ellas cuyo autor y criador no sea Dios, porque aun respecto de ellas nos desagrada el ver que nos quita el vicio, lo que nos agrada, atendida solamente la naturaleza; á no ser que al hombre le descontenten las más veces las mismas naturalezas cuando le son dañosas, no considerándolas precisamente por su respeto y esencia, sino atendiendo únicamente á su propia utilidad, así como se reflere de