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San Agustín

vide en dos partes, en cielo y tierra, y el cielo en otras dos, en la que llaman éter, y en aire, y la tierra en agua y tierra, de cuyos elementos asegura ser el supremo el éter, el segundo el aire, el tercero el agua y el infimo la tierra; y que todas estas cuatro partes están pobladas de almas, esto es, que en la parte etéreá y en el aire se hallan las de los mortales, en el agua y en la tierra las de los inmortales; que desde la suprema es fera del cielo hasta el círculo de la luna, las almas etėreas son los astros y las estrellas; que éstas, que son dioses celestiales, no sólo se ven con el entendimiento, sino que también se observan con los ojos; que entre el círculo de la luna y la última región de las nubes y vientos, están las almas aéreas; pero que éstas se alcanzan á ver sólo con el entendimiento, y no con los ojos; y que éstas se llaman Heroas, Lares y Genios. Esta es, en efecto, la teología natural que brevemente propone en este su preámbulo, la cual le contentó no solo á él, sino también á muchos filósofos; de la cual trataremos más particularmente cuando, auxiliados del verdadero Dios, hubiéremos concluído con lo que resta de la civil, por lo respectivo á los dioses escogidos.



CAPÍTULO VII

Si fué conforme á razón distinguir en dos dioses & Jano y á Término.


Pregunto, pues, de Jano, por quien comenzó Varrón la genealogía de los dioses, ¿quién es? Responden que es el mundo: breve es sin duda y clara la respuesta.

Mas ¿por qué dicen pertenecen á éste los principios de las cosas naturales, y los fines á otro, que llaman Térif