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LIBRO DÉCIMO


CAPÍTULO I

Que fué también doctrina de los platónicos, que la verdadera bienaventuranza la da un sólo Dios, ya sea á los Angeles, ya sea á los hombres, pero que resta averiguar si los que ellos entienden que por esta misma bienaventuranza deben ser adorados, quieren que sacrifiquemos solamente á Dios á á ellos también.


Es cierto é indubitado entre todos los que pueden aprovecharse del discurso y de la razón natural, que to dos los hombres apetecen con eficaz deseo ser bienaventurados, pero en el interin que la humana imbecilidad procura averiguar exactamente quiénes son los bienaventurados, y la norma que observan para conseguir esta felicidad, han resultado de esta discusión muchas y célebres controversias, en cuya analización han consumido el tiempo y sus estudios los filósofos, las cuales sería muy prolijo y nada necesario el intentar referirlas y averiguarlas: porque si el ingenioso lector recuerda lo que propusimos en el libro VIII acerca de la elección de los filósofos, con quienes podía tratarse la cuestión sobre la vida bienaventurada que ha de suceder después de la muerte, esto es, si podíamos alcanzarla adorando á un sólo Dios verdadero ó á muchos dioses, no será su voluntad que volvamos á repetir aquí lo mismo, mayormente pudiendo, con volver á leerlo si acaso se le