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La ciudad de Dios

sofia le había enseñado adecuadas máximas para que no fuese supersticioso en el mundo; mas él, por el amor y respeto a las leyes civiles y por el uso y costumbre inveterada de las naciones, aunque no ejecutase lo que el escénico finge en el teatro, sin embargo, le imitaba en el templo, que es tanto peor y más reprensible; pues lo que hacía por ficción, lo hacía de modo que el pueblo pensaba lo hacía de veras, y el escénico de burlas; y, fingiendo, antes deleitaba que engañaba.



CAPÍTULO XI

Lo que sintió Séneca de los judíos.


Séneca, entre otras supersticiones relativas á la teología civil, reprende ignalmente los sacramentos de los judíos, con especialidad la solemnidad del sábado, di— ciendo que la celebran inútilmente; porque en los días que interponen cada siete días, estando aciosos, pierden casi la séptima parte de su vida, y se malbaratan muchas cosas dejándolas de hacer al tiempo que debieran: pero no se atrevió á hacer mención de los cristianos, que ya entonces eran aborrecidos de los judíos, ni en bien ni en mal, ó por no alabarlos quebrantando la antigua costumbre de su patria, ó por no reprenderlos quizás contra su voluntad; pero hablando de los judíos dice: «Y con todo eso, han cundido y prevalecido tanto las costumbres y método de vivir de esta malvada nación, que están ya recibidas por todas las provincias de la tierra, y, siendo ellos los vencidos, han dado leyes á los vencedores»: admirábase diciendo esto, y no sabía lo que Dios obraba: al fin puso su parecer, significando lo que sentía acerca de aquellos sacramentos,