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VIII
PRÓLOGO

brilla aún más pura la imagen del Creador, están dotados de libertad. Satanás fué creado bueno, como los demás ángeles; pero era libre y pecó, pecado irreparable que ha originado todos los demás. El estado natural de la creación angélica es vivir al lado de Dios. Este era el de Satanás, y, como los demás ángeles, gozaba de la dicha inefable que produce la contemplación de la verdad, de la belleza y del bien; pero la satisfacción de la propia belleza y la soberbia le hicieron creer que era igual á Dios, y quiso separarse de su principio para ser por sí mismo principio y Dios. El orgullo le hizo soberbio; la soberbia, rebelde, y la rebeldia, malo y desdichado. Con Satanás cayeron los demás ángeles que preferían adorarse á sí propios á permanecer unidos á Dios.

Tal es el origen del mal en el mundo, y la Ciudad de Dios debiera llamarse el libro de las dos ciudades, porque su objeto es la lucha de la ciudad de Dios contra la ciudad del diablo, el combate del bien contra el mal.

El hombre, aunque inferior al ángel, también ha sido creado bueno; pero es libre y puede, por efecto de su libertad, perder la paz y la dicha. Cuando, en vez de ser obediente á Dios se rebela, el desorden llega á ser regla de su vida, y así la falta de nuestros primeros padres originó el vicio del género humano, condenando al hombre al dolor, á las necesidades, al trabajo, á la decadencia y á la muerte. Pero la muerte corporal sería sólo preludio de otra más funesta, la del alma, es decir, de la sentencia que separase eterna mente el alma de Dios, si las leyes de la justicia eterma no tuvieran un contrapeso en los tesoros de la eter, na bondad.

La caída de la Humanidad no era irreparable. Dios la tenía destinado un Salvador, que había de ser El mismo encarnado en el hombre. De aquí que el destino terrestre del género humano se divida en dos épocas: una que prepara el advenimiento del Hombre Dios, y