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La bruja del ideal

del estilo, y que por más que brillen, nunca igualarán al resplandor de la magnífica naturaleza.

Baste saber que iba yo andando por un bosque ameno y frondoso, á la orilla de un clarísimo rio. Iba ya meditabundo y sumergido en reflexiones, más profundas que el cauce de aquel rio y ménos serenas que sus limpias y rizadas ondas.

Nada predispone á la meditacion como el silencio y la soledad. Alfredo de Vigny ha dicho: Seul le silence est grand, tout le reste est faiblesse. Carlyle cree que debieran levantarse altares al silencio y á la soledad, porque el pensamiento trabaja en el silencio y la virtud en la soledad. La Bruyère opina que todo nuestro mal proviene de no poder estar solos.

Y en efecto, en la soledad nos entregamos á nosotros mismos, y en el silencio escuchamos nuestra propia voz. Entónces el mundo de los recuerdos, los fantasmas de las ilusiones y el panorama de las esperanzas se ofrecen á nuestra vista en confusion fantástica. El íntimo apocalípsis de nuestro espíritu desarrolla sus mil visiones ánte nuestra conciencia, nos mecemos en regiones ultra-mundanas, y acaso entrevemos el símbolo de nuestros destinos y comprendemos los secretos de nuestra vida.

Una aspiracion indecible llenaba mi pecho en medio de aquella soledad. Aquella aspiracion, única divina entre todas las humanas, tiene un nombre sagrado para todo el que la comprende. Se llama amor.

Pero no penseis, lectores, que el amor que yo sentia era ese amor terreno, imperfecto, raquítico, en que el objeto amado tiene el vulgar nombre de esposa, el prosáico título de novia, ó de querida: ese amor que lo más bello que tiene son las alas para volar al capricho de su propia inconstancia.

El amor que yo sentia, sin estar enamorado, era uno de esos amores que, demasiado divinos para la pequeñez y brevedad de la vida, aplaza el creyente para satisfacerle en el Cielo; ese amor de poeta que se contenta con una oda; ese amor de filósofo que se exhala en una página de psicología, en una disertacion objetivo-subjetiva sobre el yo y el no-yo; amor de artista que se exterioriza en las cuatro líneas y cuatro colores de un cuadro. Era ese amor ideal que todos nos forjamos fuera del círculo de la realidad, y cuyo tipo nunca encontramos en el mundo. Sobre todo, era ese comodísimo y económico amor que le permite á uno vivir con su amada