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VI

¡Maldición! ¿Qué vieron los ojos del viejo, que retrocedió al entrar en su casa, tambaleando aquel que no había retrocedido, ante la lluvia de las flechas, ni al doble filo de los krises centelleantes, ni un sólo paso?

Anak Irog, sujeto á Bituin Lupa, la besaba en los labios, en los ojos, en la frente.

No era un sueño, ni uu fantasma, ni una visión. El viejo guerrero presenciaba