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III

El viejo guerrero estaba triste, y no era nueva su tristeza: hacía una semana, que en vano Bituin-Lupa acariciándole, le preguntaba la causa de su pena; por fin una noche la respondió:

— Hija mía, estoy triste, en breve tendré que abandonarte al cuidado de tu vieja tía Tala y partir yo para la guerra contra los moros; nos están haciendo bastante daño; y hago falta allí para hacerles morder el polvo.