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un punto desmentido, respetábanle, no solo en su tierra natal sino también en los pueblos circunvecinos.
Únicamente que no le tocaran al viejo si hija Bituin-Lupa, su vírgen morena, en cuyos ojos se miraba; por quién daba por muy bien empleadas todas sus penalidades pasadas para verla ahora feliz y rodeada de oros y perlas.
Bituin-Lupa era sagrada para el viejo y debía ser sagrada para todos los pueblos.
Y moríanse de desesperación los príncipes y bagongtaos, al verla caminar tan divina, mostrando sus sonrisas dulcísimas y mirando con sus preciosos ojos langorosos; moríanse de desesperación al comprender que nunca podrían besar aquellas sonrisas, ni estrechar su cintura cimbreante como una caña.