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ba el estudio de los caracteres y señalaba algunas observaciones importantes, particularmente relativas á Nicanor B.

—«¿Y qué novedades hay por esos mundos?»—le pregunté despues de examinar sus papeles.

—«Fuera de las que traen los diarios, poca cosa. Lo único que sé, es que esta mañana ha muerto un estudiante de Medicina cerca de mi casa.»

—«¿Lo conocía usted?»

—«Nó; pero he oído hablar de él. Dicen que era muy aventajado.»

—«¡Diantre! esto tiene cola.»

—«¿Sabe que no se me había ocurrido?»

—«¿Ha tenido asistencia?»

—«Superior. Lo han visto varios medicos.»

—«¿Y el de cabecera?»

—«El Doctor Varolio.»

—«Pero ¿ha visto qué casualidad? Ya van dos nombres cerebrales para este legajo.»

—«¿Cómo cerebrales?»

—«La glándula pineal y el puente de Varolio, partes del cerebro.»

—«No deja de ser curioso.»

—«Más curioso sería que este otro estudiante hubiese tenido relaciones con Antonio Lapas. Vamos á visitar al Doctor Varolio; tengo amistad con él.»

Y nos pusimos en marcha.

El Doctor Varolio estaba en casa, y nos recibió con su habitual cortesía.