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Penetramos en la salita, y la señora nos invitó á sentarnos.

—«El caso es que hemos recibido cartas en las que se nos piden noticias de un jóven, estudiante de Medicina, el cual, segun nos lo ha dicho el Doctor Pineal, vivió en esta casa.»

—«¿Cual? ¿Nicanor B.?

—«No, señora; Antonio Lapas.»

—«¡Ah! sí; cómo nó! pero en las cartas que yo he recibido, me preguntaban por Nicanor B. Parece que ese mozo ha desaparecido, y era muy buen estudiante. ¿Saben ustedes algo de él?»

—«No, señora.»

—«¡Cuánto les agradecería que me dieran alguna noticia! porque se conoce que la familia está desesperada. La última vez que hablé con él, hace como año y medio, me dijo que pensaba irse á Europa; pero, como era bastante mentiroso, no le hice caso.»

—«Pues! señora, será para nosotros un verdadero placer el comunicarle cualquier cosa que llegue á nuestros oídos.»

Mi compañero sabía que nunca comunicaría nada.

—«Les quedaría eternamente agradecida. ¡Ay! si vieran ustedes las cartas de la familia! Pues han de saber ustedes que, de Antonio Lapas, tampoco tengo noticia. Vivió aquí unos tres meses, y despues no volvió más; pero como era medio uraño, aunque