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todos los resortes disponibles de la justicia ordinaria para dar con su paradero?»

—«Pero es que sería imposible no dar en el clavo una vez puesta la mano en él.»

—«No crea. Esta cuestion es de un caracter tal, que, si usted no la comienza desde el principio, es imposible casi hallar un extremo y desenredar el ovillo.»

—«¿Entónces á usted le parece que la justicia no sabe nada?»

—«No puedo tener opinion en tal caso; pero, lo que es seguro, es que lo ignoro.»

—«Pues yo creo que algo saben.»

—«Es una ventaja el creer algo; y lo que es más interesante es que usted cree tambien que esos dos esqueletos se llaman respectivamente Mariano y Nicanor.»

—«Y usted lo crée tambien.»

—«No es cierto.»

—«Pero lo sospecha.»

—«Eso es otra cosa. Además, usted sabe que haré de ellos lo que convenga á mi argumento.»

—«¿Y así vá á ponerme en antecedentes, como me lo dijo, para que le ayudara con inspiracion?»

—«¿Y que más antecedentes quiere que los que ya conoce?»

—«No me bastan; necesito más.»

—«Pues amigo, conténtese con la racion que ha recibido. Yo no sé nada, y mis sospechas son tan