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soy nervioso y me pareció que lo que usted decía era un error ó una mentira.»

—«Es natural, porque en una novela hay que mentir. Mire, mañana, antes de las ocho, el Doctor Pineal se habrá buscado un tratado de Frenología, una cabeza de yeso con las regiones, y aunque no sepa contrabalancear los órganos, como usted lo hace, para deducir el carácter, estoy seguro que sabrá que en aquel cráneo las eminencias del cálculo no están hundidas Pero mañana será otro dia, y el fracaso de hoy le contendrá en los límites de una espectativa razonada y amistosa, porque hoy no ha procedido con la cortesía que le es habitual.»

En eso volvió el Doctor.

—«¿Sabes una cosa?» —le pregunté—«Yo he ganado mucho con tus andanzas de hoy.»

—«¿Cómo así?»

—«Muy sencillamente. He adquirido la conviccion de que, á estas horas, te encuentras absolutamente persuadido de que el único móvil que me inspira en estas averiguaciones es la curiosidad.»

—«Tienes razon »

—«¿Estás ocupado en este momento?»

—«No.»

—«¿Quieres llevarnos á la casa de donde procede aquel esqueleto?»

—«¿No ~s suficiente lo que ya sabes?»

—«No lo es.»