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carta con datos que se me han dado, sino con datos recogidos por mí.»

—«¿Y no es suficiente el que le doy?»

—«Ese es uno; pero yo quiero más.»

—«Y ¿qué otro puedo darle?»

Saqué la cartera, y escribí en una hoja en blanco:

1° El Señor Secretario de la Facultad de Medicina no conoce al estudiante Lapas

2°El señor secretario afirma que en los libros de la Facultad no existe tal nombre.

3° He revisado tambíen los libros, y no figura en ellos.

—«Ahora bien: usted comprende, Señor Secretario, que, para enviar estas tres afirmaciones, necesario es que usted me permita revisar los libros.»

—«Eso sí. Si quiere revisarlos, ahora mismo; y si los quiere desde la época en que usted era estudiante, tambien.»

—«Perfectamente; al fin todo se reduce á leer unos cuantos cientos de nombres.»

—«Aquí están.»

Manuel se había cruzado de brazos, y me miraba con cierto aire de misterio.

Revisé los libros. El nombre de Antonio Lapas no figuraba en ellos. Antonio Lapas no era, ni había sido, pues, estudiante de Medicina en la Facultad de Buenos Ayres, y, por lo tanto, Antonio Lapas era un nombre supuesto, si es que era estu-