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nes anteriores y fué la de haber observado que la cuarta costilla izquierda no le correspondía en el sentido individual, aunque sí en el anatómico. Esa costilla era más oscura, no había sido suficientemente blanqueada y la curva externa era un poco mayor.

En ese momento, entró mi amigo en el estudio.

—«No deja de ser un milagro el verte por aquí,»—dijo extendiendo la mano con franqueza.

—«Los milagros estan de moda».

—«¿Cómo te vá?»

—«Ya lo ves.»

—«Y ¿qué andas haciendo?»

—«En tu último artículo has citado tal obra, y acabo de ver, en uno de los estantes aquellos, que la tienes. Necesito consultarla».

—«¿Quieres que te la mande á tu casa?»

—«No, la consultaré aquí...»

El jóven Doctor abrió el armario y sacó el libro.

Un instante despues, quedaba satisfecho.

—«Bueno, mil gracias. Ahora, pasemos á otra cosa. ¿Tienes disponible media hora?»

—«Y más, si quieres.»

—«No; basta con media hora.»

—«Siéntate, pues»

Tomamos asiento.

—«¿Quieres decirme»,—le pregunté—«cómo has conseguido ese esqueleto?»

—«Hombre, del modo más sencillo. Tú sabes