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la confianza, y el que quiera arrancar de esa harpa una nota que llegue al fondo, no debe apretar mucho las clavijas. ¡Pobres muchachos! ¡Cómo no habían de caer!»

—«Lo que hubiera yo deseado observar habría sido la cara que pondrían ellos al ver la transformacion del grave estudiante en una mujer como me pinta usted á Clara.»

—«Pondrían cara de imbéciles.»

—«Bueno, adios. ¿Cuándo publica la novela?»

—«Muy pronto. ¿No vé? Ya voy á concluir. Con la tinta fresca todavía la mandaré á la imprenta.»

—«¿Y el pulido?»

—«Eso vendrá.»

—«¿Y el éxito?»

—«No sé.»

—«Pero si se trata de un escándalo, de varios crímenes.»

—«No, Señor; se trata de la aplicacion de los principios generales de la Medicina Legal, que es una Ciencia, y de demostrar que la Ciencia puede conquistar todos los terrenos, porque ella es la llave maestra de la inteligencia. La Ciencia conquistará al Hombre, que no han conquistado aún la Religion ni la Política. 'La novela' —me decía no ha mucho uno de mis amigos más espirituales— 'es la epopeya moderna en prosa'. Y bien sí. Y la epopeya es la ciencia de la antigüedad. El templo más esplen-