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nes de Crisántemos. El Otoño tiene su nota de colores ¡y el Japon está tan léjos!

—«¿Y qué hacemos con esa pobre señora de la calle Europa?»

—«Dígale que Nicanor se ha ido con Mariano.»

—«Pero hombre, dejemos las bromas á un lado. Hace tiempo que deseo hacerle unas preguntas.»

—«Aquí me tiene.»

—«¿Cómo diablos ha hecho usted para llegar á un resultado tan curioso? ¿Se trazó usted un plan antes de lanzarse en estas averiguaciones?»

—«Me extrañan sus preguntas. Nadie mejor que usted conoce la marcha sucesiva de los hechos, desde su orígen hasta su desenlace. El caso es muy simple. Suponga usted que, en vez de dos esqueletos semejantes no hubiese habido más que uno. El único problema se reducía entónces á averiguar quién era el estudiante que lo olvidó, cómo se llamó en vida el esqueleto, y por qué motivo la perdió el cuerpo que antes integraba. El plan es sencillo: identificar al estudiante, encontrarle y preguntarle cómo consiguió el esqueleto. Contesta que se lo compró en tal año al sepulturero cual; averigua usted si es verdad, y resulta que el sepulturero ha muerto. Un Juez instructor hábil, interroga, sinembargo, al presunto criminal, y éste no se inmuta, no cae en contradicciones y nadie le acusa. Se acabó el asunto. Pero no es estudiante. Lo mismo da. No está prohibido tener esqueletos. Pero