—«Se aturdieron, se marearon y vivieron en mi atmósfera como esclavos, sin voluntad y sin ideas.—'Eres una Circe, Clara'—me decía Mariano con frecuencia. La única voluntad fué la mia, y las promesas de un amor eterno se me prodigaron entónces hasta el exceso; y cuando pensaron que mi corazon se ablandaba, que era sensible, les demostré que se equivocaban.... y murieron. El hombre enamorado, y como lo estaban éstos, parece un cretino. Mujer, pasé tambien por lo mismo, y ahora, víctima de un amor excesivo, mi fin puede estar más ó menos próximo; pero no distante.»
—«Digame, señorita ¿qué se proponía usted al eliminarles la cuarta costilla izquierda?»
—«No sé; era un vértigo, un ensañamiento, una neurosis.»
—«Pero esa neurosis dejó una cicatriz en Saturnino.»
—«Se quejó cierto día de una neuralgia, y yo le propuse, como remedio heróico que conocía, cortarle algunas fibras del nervio intercostal dolorido; y ciego, anulado, cretinizado, aceptó. El cloroformo produjo su efecto, y al llevar á cabo la operacion propuesta....»
—«¡Se le fué la mano!»
—Casi. Pero era un vértigo, y pronto me dí cuenta de lo que iba á hacer. ¡Quería arrancarle vivo el corazon!»