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saba la bellísima princesa, en el preciso momento en que ésta, despertándose, volvía de nuevo a la vida.

Absorto el príncipe ante la sublime belleza de una joven tan encantadora, postróse de rodillas y le declaró su amor. Como todos los servidores del palacio despertaron también al mismo tiempo, ambos jóvenes pasaron a una lujosa sala donde se les sirvió