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¡Qué ocupación tan distraída!—exclamó, al verla, la princesita, quien, como era muy viva de genio y tenía que cumplirse la predicción, se apoderó de la rueca y se atravesó la mano con el huso sin que la anciana pudiera evitarlo.
Cavó la joven desvanecida sobre el pavimento, y la anciana, creyéndola muerta, empezó a gritar en demanda de socorro.
A las voces, acudieron los reyes y todos los serviciarios de palacio, e inmediatamente se ordenó que llamaran al Hada protectora de la princesa, que a la sazón se encontraba a