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toda esta cantidad de documentos parece una tarea imposible. Para Chan (1990) dadas las enormes implicancias financieras, seria irresponsable sugerir el abandono total de los lenguajes tradicionales y el desarrollo de otros nuevos diseñados especialmente para los sistemas en línea. Sin embargo, Foskett (1991) ha señalado que en los últimos treinta años muchas bibliotecas estadounidenses reclasificaron sus colecciones pasando de CDD a LCC («un esquema del Siglo 19 por otro esquema del Siglo 19»), con un tremendo costo y sin más beneficio que una signatura de clase más corta para el lomo de los libros; con mucha más razón deberia afrontarse el costo de incorporar un lenguaje documental eficiente como BC2. Debe tenerse en cuenta que las nuevas tecnologías, especialmente los sistemas expertos, pueden facilitar la tarea de reclasificación (Williamson, 198'9b Vickery y Vickery, 1993) y, por otra parte, dado que la precoordinación pi aduce un almacenamiento más costoso, quizás un ahorro en este sentido permita financiar la implementación de un sistema poscoordinado más eficiente. Charles Hildreth, investigador de OCLC, considera que aún con todas sus desventajas LCSH es lo más próximo a un vocabulario controlado común entre las bibliotecas de los Estados Unidos y sería poco realista abandonarlo (Cochrane, 1984); se podría añadir, teniendo en cuenta las múltiples traducciones y adaptaciones de la lista (Holley, 199 3) y las tendencias hacia la globalización, que es lo más cercano a un vocabulario común intemacional. Sin embargo, Brian Aveney, Director de Investigación y Desarrollo de Blackwell North America se pregunta por qué los bibliotecarios persisten en lograr un acceso unificado por materia y afirma que la diversidad es el modelo del futuro: la solución del problema del vocabulario puede ser la utilización de varios lenguajes controlados en un mismo catálogo en linea (Cochrane, 1984). Las técnicas de conciliación de lenguajes documentales resultarían entonces de gran utilidad para conformar ambos criterios. Chan (1990) también hace notar que en la actualidad, aún en Estados Unidos coexisten numerosas bibliotecas con catálogos de fichas, otras con catálogos semiautomatizados y otras con catálogos en línea de diversos grados de sofisticación, de modo que uno de los grandes desafíos que deben satisfacer los lenguajes documentales es prestar servicio a los distintos sistemas en 61 en otros países (Holley, 1989 y 1993); en términos de economia, redescribir