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CAPÍTULO XIX.

6 Oi tambien una voz como de gran genltío, y como el ruido de muchas aguas, y como el estampida de grandes truenos, que decia: Alleluya; porque tomó ya posesion del reino el Señor Dios nuestro todopoderoso.

7 Gozémonos, y saltemos de júbilo, y démosle la gloria, pues son llegadas las bodas del Cordero [1], y la Iglesia su esposa se ha puesto de gala ó ataviada.

8 Y se le ha dado que se vista de tela de lino finísimo, brillante y blanco. Cuya tela finísima de lino son las virtudes de los santos.

9 Y díjome el ángel: Escribe: Dichosos los que son convidados á la cena de las bodas del Cordero; y añadióme: Estas palabras de Dios son verdaderas.

10 Yo me arrojé luego á sus pies, para adorarle. Mas él me dice: Guárdate de hacerlo, que yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los que mantienen el testimonio de Jesus. A Dios has de adorar. Porque el espíritu de profecía que hay en tí, es el testimonio [2] de Jesus.

11 En esto vi el Cielo abierto, y hé aquí un caballo blanco, y el que estaba montado sobre él, se llamaba Fiel y Veraz, el cual juzga con justicia, y combate.

12 Eran sus ojos como llamas de fuego, y tenia en la cabeza muchas diademas, y un nombre escrito, que nadie le entiende, ó comprende, sino él mismo.


  1. Matth. XXII. v.2.
  2. De que tú eres, como yo, ministro de Jesus.