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7 Y uno de los cuatro animales dió á los siete ángeles siete cálices de oro, llenos de la ira del Dios que vive por los siglos de los siglos.

8 Y se llenó el Templo de humo á causa de la magestad de Dios, y de su virtud ó grandeza [1]; y nadie podia entrar en el Templo [2], hasta que las siete plagas de los siete ángeles fuesen terminadas [3].

CAPÍTULO XVI.
Terribles efectos de las siete tazas ó cálices de oro, que vierten los siete ángeles sobre la tierra.

1 En esto oí una voz grande del Templo, que decia á los siete ángeles: Id; y derramad las siete tazas de la ira de Dios en la tierra.

2 Partió pues el primero, y derramó su taza sobre la tierra, y se formó una úlcera cruel y maligna en los hombres, que tenian la señal ó divisa de la bestia, y en los que adoraron su imágen.

3 El segundo ángel derramó su taza en el mar, y quedo convertido en sangre [4] como de un cuerpo muerto; y todo animal, viviente en el mar, murió.


  1. El humo es símbolo de la divina presencia, segun se vió en la dedicacion del Tabernáculo, Ex. XL. v.32, y del Templo, III. Reg. VIII. v.10.—II. Par. V. v.13.
  2. Esto es, en el cielo, junto con su cuerpo resucitado.
  3. O concluido el juicio final.
  4. Negra y corrompida.