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CAPÍTULO XIV.

mero es 'el que forman las letras del nombre de un hombre; y el número de la bestia es seiscientos sesenta y seis.

CAPÍTULO XIV.
Aparécese el Cordero de Dios sobre el monte Sion, seguido de los justos. El Evangelio es predicado en toda la tierra. Se anuncia el último juicio. Viene Jesu-Christo, y se hace la misteriosa siega y vendimia de su heredad.

1 Y hé aquí que miré; y ví que el Cordero estaba sobre el monte Sion, y con él ciento y cuarenta y cuatro mil personas que tenian escrito en sus frentes el nombre de él, y el nombre de su Padre.

2 Al mismo tiempo oí una voz del cielo, semejante al ruido de muchas aguas, y al estampido de un trueno grande; y la voz, que oí, era como de citaristas [1] que tañian sus cítaras.

3 Y cantaban como un cantar nuevo [2] ante el trono, y delante de los cuatro animales, y de los ancianos; y nadie podia cantar ni entender aquel cántico, fuera de aquellos ciento y cuarenta y cuatro mil, que fueron rescatados de la tierra.

4 Estos son los que no se amancillaron con mugeres; porque son vírgenes. Estos siguen al Cordero do


    otras señales que ha dado ya, podrán conocer los fieles quién sea el Antechristo para preservarse de sus engaños. Véase Antechristo.

  1. O tañedores de arpa.
  2. Véase Nuevo.