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CAPÍTULO VI.

13 y las estrellas [1] cayeron del cielo sobre la tierra, á la manera que una higuera, sacudida de un recio viento, deja caer sus brevas;

14 y el cielo desapareció como un libro que es arrollado [2]; y todos los montes y las islas fueron movidos de sus lugares;

15 y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todos los hombres, así esclavos como libres, se escondieron en las grutas y entre las peñas de los montes;

16 y decian á los montes, y peñascos: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel Señor que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero [3],

17 porque llegado es el dia grande de la cólera de ambos; ¿y quién podrá soportarla?


  1. Rayos ó globos de fuego. Véase Is. XIII. v.10. Ezech. XXXII. v.7.—Matth. XXIV. v.29. Tambien puede entenderse de los dioses ó ídolos de los gentiles, que son llamados estrellas ó astros, y á veces ejército del cielo.
  2. O envuelto en su cilindro. Is. XXXIV. v.4. Véase Libro.
  3. Is. II. v.19.—Os. X. v.8.—Luc. XXIII. v.30. Parece que se habla aquí de la segunda venida de Jesu-Christo. Algunos intérpretes explican esto en sentido alegórico ó místico; y otros lo entienden de la ruina de Jerusalem.