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CAPÍTULO III.

13 Quien tiene oido, escuche lo que dice el Espíritu á las Iglesias.

14 En fin al ángel de la Iglesia de Laodicea escribirás: Esto dice la misma Verdad, el testigo fiel y verdadero, el principio ó causa de las criaturas de Dios:

15 Conozco bien tus obras, que ni eres frio ni caliente: ¡ojalá fueras frio, ó caliente!

16 mas por cuanto eres tibio, y no frio ni caliente, estoy para vomitarte de mi boca;

17 porque estás diciendo: Yo soy rico, y hacendado, y de nada tengo falta; y no conoces que eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo.

18 Aconséjote que compres de mí el oro afinado en el fuego [1], con que te hagas rico, y te vistas de ropas blancas, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y unge tus ojos con colirio para que veas [2].

19 Yo á los que amo, los reprendo y castigo. Arde pues en zelo de la gloria de Dios [3], y haz penitencia.

20 Hé aquí que estoy á la puerta de tu corazon, y llamo: si alguno escucháre mi voz, y me abriere la


  1. De la caridad ardiente que recibirás por medio de la penitencia.
  2. Esto es, con la humildad, la cual te manifestará el estado deplorable en que te hallas, y el modo de salir de él. Colirio es un medicamento, que se aplica para curar las enfermedades de los ojos.
  3. Desterrando de tí esa tibieza tu servirles.