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CAPÍTULO III.

ticia, no es hijo de Dios, y así tampoco lo es el que no ama á su hermano:

11 en verdad que esta es la doctrina que aprendísteis desde el principio: que os ameis unos á otros.

12 No como Cain, el cual era hijo del maligno espíritu, y mató á su hermano. ¿Y por qué le mató? Porque sus obras eran malignas, y las de su hermano justas.

13 No extrañeis, hermanos, si os aborrece el mundo [1]

14 Nosotros conocemos haber sido trasladados de muerte á vida, en que amamos á los hermanos. El que no los ama, queda en la muerte, ó está sin caridad:

15 cualquiera que tiene ódio á su hermano, es un homicida [2]. Y ya sabeis que en ningun homicida tiene su morada la vida eterna.

16 En esto hemos conocido la caridad de Dios, en que dió el Señor su vida por nosotros, y así nosotros debemos estar prontos á dar la vida por la salvacion de nuestros hermanos.

17 Quien tiene bienes de este mundo, y viendo á su hermano en necesidad, cierra las entrañas para no


  1. Porque claro está que vuestra vida es una condenacion contínua y perentoria de sus vicios.
  2. Delante de Dios, que vé su deseo de perder al prójimo. De todos los crímenes se puede decir lo que del adulterio declaro el Señor, Matth. V. v.28.