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CAPÍTULO II.
Nos exhorta á no pecar, y á acogernos á Jesu-Christo, cuando hubiéremos pecado. Encarga la observancia de los mandamientos, especialmente del primero. Consuela á todos, y amonesta que nos apartemos de los incrédulos y hereges, á quienes llama Antechristos.

1 Hijitos mios, estas cosas os escribo, á fin de que no pequeis. Pero aun cuando alguno por desgracia pecáre, no desespere, pues tenemos por abogado para con el Padre, á Jesu-Christo justo y santo;

2 y él mismo es la víctima de propiciacion [1] por nuestros pecados; y no tansolo por los nuestros, sino tambien por los de todo el mundo.

3 Y si guardamos sus mandamientos, con eso sabemos que verdaderamente le hemos conocido [2].

4 Quien dice que le conoce, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.

5 Pero quien guarda sus mandamientos, en ese verdaderamente la caridad de Dios es perfecta; ypor esto conocemos que estamos en él, esto es, en Jesu-Christo.

6 Quien dice que mora en él, debe seguir el mismo camino que él siguió.


  1. Víctima divina que se ofreció en la cruz, y se ofrece cada dia en el altar, y con la que satisface y aplaca al eterno Padre.
  2. O que le conocemos con fé viva y animada de la caridad.