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CAPÍTULO II.

17 Honrad á todos; amad á los hermanos; temed a Dios; respetad al rey.

18 Vosotros, los siervos, estad sumisos con todo temor y respeto á los amos, no tan solo á los buenos y apacibles, sino tambien á los de recia condicion.

19 Pues el mérito está en sufrir uno, por res peto a Dios que le vé, penas padecidas injustamente.

20 Porque ¿qué alabanza mereceis, si por vuestras faltas sois castigados de vuestros amos, y lo sufrís? Pero si obrando bien, sufrís con paciencia los malos tratamientos; en eso está el mérito para con Dios.

21 Que para esto fuísteis llamados á la dignidad de hijos de Dios; puesto que tambien Christo, nuestra cabeza, padeció por nosotros, dándoos ejemplo, para que sigais sus pisadas.

22 El cual no cometió pecado alguno, ni se halló dolo en su boca:

23 quien, cuando le maldecian, no retornaba maldiciones; cuando le atormentaban, no prorumpia en amenazas; antes se ponia en manos de aquel que le sentenciaba injustamente [1]:

24 él es el que llevó la pena de nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero de la cruz, a fin de que nosotros muertos á los pecados, vivamos á la


  1. Reservando á Dios la justa venganza.